Recorriendo la Poesía

"No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira: podrá no haber poetas pero siempre habrá poesía."
Gustavo Adolfo Bécquer



¡¡Grandes Poetas!!

Personajes singulares cuyas insólitas inclinaciones al mundo de las letras los han proyectado a través del tiempo, haciéndoles inmortales en sus escritos...


Francisco de Quevedo
(Madrid, 1580 – Ciudad Real, 1645)
Noble, político y escritor español del Siglo de Oro.

Definición de Amor
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¿Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!



Ramón de Campoamor
(Asturias, 1817 – Madrid, 1901)
Poeta español del Realismo.

Cantares Amorosos
La amo tanto, a mi pesar,
que aunque yo vuelva a nacer,
la he de volver a querer
aunque me vuelva a matar.

Desde que perdí el encanto
de mi primera pasión,
no he entrado en mi corazón
por no morirme de espanto.

No esperes que una mudanza
me dé la tranquilidad;
que amo en ti más la esperanza
que en otras la realidad.

Si hago al juicio una llamada,
me responde el corazón
que si hay juicio no hay pasión
y si no hay pasión no hay nada.

Como no vives tú en mi,
vivo en ti, mas no contigo;
y hasta no vivo conmigo
como vivo sólo en ti.

Está tu imagen, que admiro,
tan pegada a mi deseo
que, si al espejo me miro,
en vez de verme, te veo.

Perdí media vida mía
por cierto placer fatal,
y la otra media daría
por otro placer igual.

Más cerca de mí te siento
cuanto más huyo de ti,
pues tu imagen es en mí
sombra de mi pensamiento.

Sueñe o vele, no hay respiro
para mi ardiente deseo,
pues sueño cuando te miro
y cuando sueño te veo.

Prometo que te he de amar,
pero me has de prometer
que sólo me has de engañar
si me dejas de querer.

Tu bien es mi gran contento,
tu mal mi mayor sufrir,
pues siento más tu sentir
que lo que yo mismo siento.

¡Qué razón tiene mi amor
cuando te jura y rejura
que, aunque grande, es tu hermosura
de tus gracias la menor!

¿Quién, niña, se te figura
que amará con más verdad,
mis sentidos tu hermosura,
o el corazón tu bondad?

Cuantos te han tratado y tratan
en tu amor aprender suelen,
todos, las penas que duelen,
yo, los dolores que matan.

Aunque esté muerto de cierto,
en nombre suyo llamadme;
si no respondo, enterradme,
porque de cierto estoy muerto.

Marcho a la luz de la luna
de su sombra tan en pos,
que no hacen más sombra que una,
siendo nuestros cuerpos dos.

Me causas tanto pesar,
que he llegado a presumir
que mucho me debe amar
quien tanto me hace sufrir.

Todos pagan la traición
con el odio y el puñal;
yo te pagué el mismo mal
con el amor y el perdón.

Si indócil a mis consejos
vas de mi cariño a huir,
yo me voy mucho más lejos,
porque me voy a morir.

Nunca, aunque estés quejumbrosa,
tus quejas puedo escuchar,
pues como eres tan hermosa,
no te oigo, te miro hablar.

Dios, que nos crió a los dos,
podrá hacer que yo me muera;
pero hacer que no te quiera,
Dios podría... porque es Dios.

Un día a Richmond subí,
¡y cuán bello lo hallaría
que, perdóname, aquel día
fui feliz hasta sin ti!

Las malas son esas penas
que sin matar nos maltratan;
las que de un golpe nos matan,
¡esas sí que son las buenas!

Ten paciencia, corazón,
que es mejor, a lo que veo,
deseo sin posesión
que posesión sin deseo.

Así en inútil porfía,
pasa esta vida traidora:
yo pidiéndote que ahora,
tú diciendo que otro día.

Aún di poco por tu amor,
aunque por él di, constante,
veinte años por un instante
la dicha por un favor.

Vengo a pedirte perdón,
no puedo luchar contigo,
pues mi mayor enemigo
es mi mismo corazón.

¡Ay!, ¿por qué, haciendo, perjura,
dos veces fatal mi historia,
me arrebatas la ventura
dejándome la memoria?

Para pintarte, querida,
mi existencia de una vez
lee el resumen de mi vida:
"Una tarde en Aranjuez".

Absorto en ti mi deseo,
tan sólo en tu amor creí;
pero ahora en nada creo,
desde que no creo en ti.

Si en tu gracia he de creer,
quiero tus gracias mirar,
pues mal te podré aprender
si no te puedo estudiar.



Miguel de Unamuno
(Bilbao, 1864 – Salamanca, 1936)
Escritor y filósofo español.

Veré por ti
«Me desconozco», dices; mas mira, ten por cierto
que a conocerse empieza el hombre cuando clama
«me desconozco», y llora;
entonces a sus ojos el corazón abierto
descubre de su vida la verdadera trama;
entonces es su aurora.

No, nadie se conoce, hasta que no le toca
La luz de un alma hermana que de lo eterno llega
y el fondo le ilumina;
tus íntimos sentires florecen en mi boca,
tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega,
mira por mí y camina.

«Estoy ciega», me dices; apóyate en mi brazo
y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda
perdida en lo futuro;
veré por ti, confía; tu vista es este lazo
que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda
de un caminar seguro.

¿Qué importa que los tuyos no vean el camino,
si dan luz a los míos y me lo alumbran todo
con su tranquila lumbre?
Apóyate en mis hombros, confíate al Destino,
Veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo,
te llevaré a la cumbre.

Y allí, en la luz envuelta, se te abrirán los ojos,
Verás cómo esta senda tras de nosotros lejos,
se pierde en lontananza
y en ella de esta vida los míseros despojos,
y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos
lo que es hoy esperanza.


Amado Nervo
(Jalisco, 1870 – Montevideo, 1919)
Poeta y prosista mexicano del modernismo.

En paz
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Seis meses…
Seis meses ya de muerta! Y en vano he pretendido
un beso, una palabra, un hálito, un sonido...
y, a pesar de mi fe, cada día evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...

Si yo me hubiese muerto, ¡qué mar, qué cataclismos,
qué vértices, qué nieblas, qué cimas ni qué abismos
burlaran mi deseo febril y omnipotente
de venir por las noches a besarte en la frente,
de bajar con la luz de un astro zahorí,
a decirte al oído: No te olvides de mí.

Y tú, que me querías tal vez más que te amé,
callas inexorable, de suerte que no sé
sino dudar de todo, el alma, del destino,
¡y ponerme a llorar en medio del camino!
Pues con desolación infinita evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...



Rubén Darío
(Metapa, 1867 – León, 1916)
Poeta nicaragüense del modernismo.

Que el amor no admite
cuerdas reflexiones
Señora, Amor es violento,
y cuando nos transfigura
nos enciende el pensamiento
la locura.
No pidas paz a mis brazos
que a los tuyos tienen presos:
son de guerra mis abrazos
y son de incendio mis besos;
y sería vano intento
el tornar mi mente obscura
si me enciende el pensamiento
la locura.
Clara está la mente mía
de llamas de amor, señora,
como la tienda del día
o el palacio de la aurora.
Y el perfume de tu ungüento
te persigue mi ventura,
y me enciende el pensamiento
la locura.
Mi gozo tu paladar
rico panal conceptúa,
como en el santo Cantar:
Mel et lac sub lingua tua.
La delicia de tu aliento
en tan fino vaso apura,
y me enciende el pensamiento
la locura.


José Ángel Buesa
(Cuba, 1910 – Republica Dominicana, 1982)
Poeta cubano romántico.

Carta a Usted
señora
Según dicen ya tiene usted otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante.
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa,
se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.

Y me parece injusto discutirle el derecho
de compartir sus penas sus goces y su lecho
pero el amor señora cuando llega el olvido
también tiene el derecho de un final distinguido.

Perdón... Si es que la hiere mi reproche... Perdón
aunque sé que la herida no es en el corazón
Y para perdonarme... Piense si hay más despecho
que en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho.

Pues sepa que una dama con la espalda desnuda
sin luto en una fiesta, puede ser una viuda.
Pero no como tantas de un difunto señor
sino para ella sola, viuda de un gran amor.

Y nuestro amor recuerdo, fue un amor diferente
al menos al principio, ya no, naturalmente.

Usted será el crepúsculo a la orilla del mar,
que según quien lo mire será hermoso o vulgar.
Usted será la flor que según quien la corta,
es algo que no muere o algo que no importa.

O acaso cierta noche de amor y de locura
yo vivía un ensueño y... y usted una aventura.
Si... usted juró cien veces ser para siempre mía
yo besaba sus labios pero no lo creía.

Usted sabe y perdóneme que en ese juramento
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante
a quien quizás le jure lo mismo en este instante.

Y como usted señora ya aprendió a ser infiel
a mí así de repente me da pena por él.

Sí es cierto... alguna noche su puerta estuvo abierta
y yo en otra ventana me olvidé de su puerta
O una tarde de lluvia se iluminó mi vida
mirándome en los ojos de una desconocida.

Y también es posible que mi amor indolente
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.
Sin embargo señora... Yo con sed o sin sed
nunca pensaba en otra... si la besaba a usted.

Perdóneme de nuevo si le digo estas cosas
pero ni los rosales dan solamente rosas.
Y no digo estas cosas por usted ni por mí
sino por... por los amores que terminan así.

Pero vea señora... que diferencia había
entre usted que lloraba... y yo que sonreía.
Pues nuestro amor concluye con finales diversos
usted besando a otro... Yo escribiendo estos versos.

Así, Verte de Lejos
Así, verte de lejos, definitivamente.
Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer.
Y sí que como el agua que brota de una fuente
aquellos bellos días ya no pueden volver.

Así, verte de lejos y pasar sonriente,
como quien ya no siente lo que sentía ayer,
y lograr que mi rostro se quede indiferente
y que el gesto de hastío parezca de placer.

Así, verte de lejos, y no decirte nada
ni con una sonrisa, ni con una mirada,
y que nunca sospeches cuánto te quiero así.

Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo,
la noche entera es corta para soñar contigo
y todo el día es poco para pensar en ti.

Elegía de mí para ti
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizá: "Qué linda es todavía."
Tú quizá pensarás: "Se está poniendo viejo"
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra.
o tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos....


Pablo Neruda
(Parral, 1904 – Santiago de Chile, 1973)
Poeta y militante chileno.

Poema XX
PUEDO escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.